“La noche de las cien cabezas” de Ramón J. Sender.
SENDER, Ramón J.: “La noche de las cien cabezas“. RASMIA EDICIONES S.C.P., 2018. El texto del autor es de 1934. Colección Surco. 324 páginas.
Es la novela olvidada de la primera época literaria de Ramón J. Sender.
Disecciona la sociedad española de los años treinta. Cuando la situación es imposible y estalla “la tromba”, según narra el autor, un cementerio a las afueras de la ciudad cobra vida con una sucesión de sombras y un devenir incesante de cabezas parlantes que nos cuentan su vida a retazos, sus miedos, sus excentricidades, miserias, sueños y vergüenzas.
Es una novela diferente, atrevida, reivindicativa, alocada, podríamos decir esperpéntica, con momentos paranoicos. Entremezcla ideologías, creencias…
“La noche de las cien cabezas” presenta un elenco de personajes muy variopinto: el Rano, el obrero metalúrgico, un alto eclesiástico, un republicano histórico, un ex líder obrero, un militar, un guardia civil, un poeta, un viejo escribiente, un arzobispo, una madre y su hija, tan parecidas entre sí, que el marido y padre, las equivocaba y obligaba a la madre a vestirse de niña en la intimidad; mujeres intelectuales…
En boca del Rano, desde su nicho, dice: “La religión os da los sueños hechos. La cultura os da elementos para soñar por vuestra cuenta. Y todo para olvidaros de que vivís”.
La cabeza del sabio de provincias, pregunta a todos los recién llegados a su misma condición, la de muerto: “¿Vivió usted?, ¿Está seguro de que vivió?”
El guardia civil contesta las preguntas: “Yo no sé si he vivido o no, pero me voy satisfecho: bien vestido, bien comido, bien bebido y bien jodido”
Trata cuestiones filosóficas sobre la vida y la muerte, si consideras que has vivido o no, concretamente en el capítulo XXII “Proclamación de la hombría. La colina de fuego”, nos habla del hombre y la persona, quién de los dos muere, “¿no se te ocurre nada capaz de diferenciarte de mí?”, “…la muerte es nada más que la contraafirmación de la vida”. “¡Qué nuestros actos sean lo único que influya en nuestro espíritu! ¡Y que sean actos humanos, simples y universales! ¡Cultivemos al hombre sin nombre!”…”Al hombre indecible”